El Centro de Investigación de Alzheimer de Massachusetts llegó a My Health Fair

Por My Health Fair Team La Mesa del Centro de Investigación de la Enfermedad de Alzheimer de Massachusetts (MADRC) es la última incorporación a nuestra feria de salud virtual. ¡Estamos encantados de tenerlos con nosotros, así que les damos la bienvenida! Como centro, el MADRC ha estado a la vanguardia de la investigación, el tratamiento […]

El Centro de Investigación de Alzheimer de Massachusetts llegó a My Health Fair
LA COMPRENSIÓN DEL DOLOR
Bombay, India, febrero de 1968
No sé si ustedes se han preguntado seriamente si el dolor puede terminar alguna vez. El hombre ha sufrido, no sólo físicamente sino interna, psicológicamente, por tiempos incalculables. Ha seguido un patrón de sufrimiento sin fin, el patrón del vivir y el morir, ambos ofreciendo un dolor profundo. El hombre no ha sido capaz, a través de los siglos, de resolver este problema.
¿Es de algún modo posible para el hombre, que vive siempre en la corrupción, en medio de una sociedad que se desintegra, vivir la vida dichosamente, inteligentemente, lo cual implica sensiblemente, vivirla con un gran júbilo interno, un júbilo que jamás haya sido tocado por el dolor? Si uno se formulara realmente esa pregunta, no sé qué es lo que podría responder. Diría probablemente que eso no es posible, que es mejor olvidarlo; diría que uno tiene que vivir en este feo mundo con la pena, la vejez y la muerte y con alguna alegría ocasional exenta de motivo, o que uno está atrapado en un círculo vicioso sin salida.
Pero no veo cómo, sin terminar con el dolor, puede uno llegar alguna vez a la iluminación, cómo puede tener sabiduría. La sabiduría no es algo que podamos comprar en una librería, o algo que ha sido acumulado; no nace de la tradición ni llega a través de la experiencia. La sabiduría adviene sólo con la terminación del dolor; la terminación del dolor es sabiduría. Pero nosotros no sabemos cómo terminar con el dolor; jamás hemos dedicado nuestros corazones y nuestras mentes a descubrir si es posible en modo alguno para el hombre terminar con el dolor, vivir una vida diferente, una vida que no produzca esta desgarradora desdicha, esta confusión y este miedo.
Nos hemos vuelto muy ingeniosos en la investigación analítica, muy intelectuales, muy listos en dar explicaciones ‑como un hombre que está siempre arando y nunca, nunca siembra-. Este ingenio nos ha hecho muy mundanos; la mundanidad es el cultivo fragmentario de la mente, que se ha vuelto tan asombrosamente aguda, tan conocedora de todo, que jamás dice: “No sé”. La mundanidad es esta falta de humildad. La humildad no es una cosa que pueda cultivarse como cultivan ustedes un árbol, un jardín o un fragmento de la mente. La humildad no es del tiempo. Por esta razón uno no puede decir: “Yo” seré humilde; con el tiempo tendré ese estado extraordinario y sencillo de la mente que es un perpetuo movimiento de aprender, ver, escuchar”.
La sabiduría llega con la humildad. Hay humildad cuando uno se conoce a sí mismo como realmente es. Pero cuando ustedes tienen una teoría basada en el yo superior, el yo inferior, el atman y todo eso, una teoría que ha sido inventada por la imaginación, eso es vanidad. Es solamente una mente libre del estado de dolor la que puede amar y conocer la belleza del amor, la que puede ver algo completamente de un vistazo: toda la belleza de la tierra y el cielo, la estrella vespertina o una bandada de pájaros levantando vuelo en la mañana. Puede abarcar todo esto de una sola mirada y conocer la calidad de la belleza, que es amor.
La humildad es necesaria para preguntarse: ¿Puede una mente, que ha vivido por diez mil años, hallarse alguna vez en un estado donde el dolor jamás pueda alcanzarla? Para formularnos esta pregunta y encontrar esa cualidad de completa inocencia de la mente, tenemos que comprender toda la estructura y naturaleza de la experiencia. El hombre ha tenido, y tiene todos los días, a cada minuto, miles y miles de experiencias; no puede evitar la experiencia, está ahí le guste o no, hace impacto sobre su mente, ya sea consciente o inconsciente de ello. ¿Puede esta mente, que es el resultado del tiempo, de la tradición, de la inenarrable desdicha del hombre, puede alguna vez estar libre de la experiencia? Muy desafortunadamente, creemos que la experiencia es necesaria, pensamos que debemos tener multitud de experiencias de toda clase a fin de enriquecer la mente, para que la mente se vuelva dúctil, clara, después de haber pasado por tantas cosas, de haber leído tanto y haber vivido tanto. Pensamos que la experiencia, grande o pequeña, es una parte esencial de la vida; exigimos constantemente más experiencias: la experiencia del sexo, de Dios, de la virtud, de la familia, de los viajes… y soportamos la diaria, monótona y aisladora experiencia que tenemos cuando estamos a solas con nosotros mismos. Hemos aceptado este modo de vivir.
Con la experiencia viene la comparación. No sé si ustedes han vivido sin comparar, sin compararse con otro que es más inteligente, más brillante, que tiene una posición más alta, más poder y prestigio, sin compararse con otro cuyo rostro es más hermoso, que tiene una sonrisa más radiante, una mirada más clara. Dentro de nosotros tiene lugar una comparación incesante: “Eso es lo mejor, lo máximo”. La comparación de lo que ha sido con lo que debería haber sido, la medida que prosigue constantemente, interminablemente, como cuando ustedes leen un anuncio: “Compre esto, lo hará más inteligente”, “Use eso, le dará alguna otra cosa”… Cuando hay comparación debemos, inevitablemente, invitar a la experiencia; pensamos que sin comparar, sin medir, somos torpes, estúpidos y que no hay progreso. Comparamos una pintura con otra, un escritor con otro, una fortuna con otra; creemos que alcanzamos alguna comprensión de la existencia humana mediante el estudio comparativo de las religiones y de la investigación antropológica. ¿Seríamos torpes si no comparáramos? ¿O sólo conocemos la torpeza a través de la comparación porque otro es sensible, tiene ojos brillantes y vive sin confusión? ¿Es comparándonos a nosotros mismos con esa persona que nos volvemos conscientes de que nuestros ojos son apagados, que la condición de nuestra mente es confusa? Esa comparación, ¿nos ayuda realmente a comprender? Tecnológicamente, tiene que haber comparación, de lo contrario no existiría el conocimiento científico, pero aparte de eso, ¿por qué comparamos en absoluto? Y si no comparáramos, ¿qué sucedería?
Mientras escuchan, dejen que sus mentes se observen a sí mismas. Verán que la mente está siempre presa en el comparar y el medir; esto origina insatisfacción, ustedes desean más. Desean encontrar satisfacción y, por lo tanto, invitan a esta interminable experiencia.
¿Qué es la experiencia? Tenemos que entender qué es antes de avanzar en algo que requiere una gran comprensión; vamos a hablar de una mente que es por completo inocente, porque es sólo la mente en estado de inocencia, la mente muy, muy sencilla, la que puede ver lo que es verdadero, la que puede ver claramente. Una mente repleta de experiencias es una mente complicada; cada experiencia ha dejado una huella en esa mente, y una mente así, haga lo que haga, jamás conocerá la bendición de la inocencia.
Uno tiene que inquirir en la naturaleza de la experiencia; la palabra “experiencia” quiere decir “pasar por”. Sin embargo, la mente nunca “pasa por” una experiencia, nunca “pasa por” ella y termina con ella. Cada experiencia deja una huella, y debido a que hay otras huellas, otras marcas de experiencias previas, cada nueva experiencia es traducida por las experiencias anteriores, por la huella anterior, por el recuerdo anterior. Obsérvenlo en sí mismos. Uno descubre que la experiencia jamás puede liberar la mente, jamás; uno ve que toda experiencia que reconoce, sólo es reconocible porque uno ya ha experimentado eso, de otro modo no podría reconocerlo.
La experiencia deja una huella, esto es un hecho obvio. Usted me ha insultado y mi reacción a ese insulto ha dejado un recuerdo; la próxima vez que me encuentro con usted lo encaro con el recuerdo, y el encontrarme con quien me ha insultado hace que ese recuerdo se torne más denso; o si me ha ensalzado, si me ha dicho: “¡Qué persona maravillosa es usted!”, esa lisonja deja nuevamente una huella, un recuerdo, y la próxima vez que me encuentro con usted hay un fortalecimiento de ese recuerdo; nos hacemos amigos. La experiencia ha dejado huellas, tanto agradables como desagradables. Ahora bien, ¿podemos vivir la experiencia, pasar por ella mientras ocurre, de modo que cuando usted me insulta yo reciba ese insulto de manera tan completa que no deje en absoluto ninguna huella en la mente, que no deje ningún recuerdo? ¿O, del mismo modo, cuando usted me alaba, que esa alabanza no deje ninguna huella? Eso implica que la mente ya no está acumulando experiencias. Tengan la bondad de comprender la esencia de esto. La mente, cuando recibe el insulto o la alabanza, está tan clara, es tan aguda, que se enfrenta a eso totalmente porque ha rechazado la experiencia. Por favor, háganlo la próxima vez, háganlo, no sólo “traten” de hacerlo ni lo hagan “lo mejor que puedan”, sino háganlo realmente porque comprenden con mucha claridad que la experiencia jamás libera la mente.
Las personas religiosas quieren experiencias; repiten y repiten cierta palabra, mediante lo cual se genera un estado de histeria que les brindará una experiencia de algo que está más allá; y muchos de los jóvenes de la nueva generación toman drogas a fin de tener alguna clase de experiencia trascendental. Es siempre el mismo problema: el hombre, que ha vivido una vida tan carente de sentido tan desesperadamente pobre en lo interno, tan monótona y ajustada a semejante rutina imitativa, desea naturalmente algo que le ofrezca un regocijo mayor, una mayor visión y significación del vivir; por eso está siempre buscando experiencias ‑que es lo que hacen ustedes-. Quieren pruebas, quieren buscarlas, encontrarlas, o sea, quieren experimentarlas. Pero cuando comprenden realmente la naturaleza de la experiencia, cuando ven cómo está formada, cuando ven la verdad de ella y, viéndola, dejan de comparar, entonces ya no siguen más, no hay autoridad a quien seguir; ven que nadie podrá conducirlos a experiencias más elevadas.
Si comprenden que toda medición invita a la experiencia, que el deseo de más experiencias engendra a esas personas que asumen la autoridad ‑el sacerdote, el monje, el hombre que sabe más-, si comprenden eso, pueden entonces investigar el problema del dolor y de por qué sufre el hombre, no sólo físicamente de enfermedades graves, sino también por qué sufre cuando alguien muere, cuando no puede lograr algo, realizarse; por qué de pronto se siente aislado de los demás cuando le falta apoyo y no tiene en quien confiar, cuando lo dejan completamente solo… por qué sufre en absoluto. Y, como dijimos, para comprender esto tiene que haber humildad; pero ustedes no son humildes, han leído mucho, demasiado, buscando la razón de por qué surge el dolor y el modo de terminar con él. Y así, buscando la terminación del dolor, se han vuelto muy mundanos. Han aprendido cómo evitar el dolor, cómo evitarlo astutamente.
Para comprender el dolor y la terminación del dolor, uno tiene que comprender el miedo; no “comprenderlo” intelectualmente o verbalmente, sino comprenderlo abordando realmente el miedo de modo que uno quede enfrentado al hecho mismo. Cuando ustedes se enfrentan al hecho, el pensamiento no puede operar; cuando se enfrentan a un gran choque emocional, a una crisis grave, el pensamiento no interviene. No sé si lo han advertido. Apenas interviene el pensamiento, surge el tiempo. ¿Tengo que explicar todo esto, cómo el pensamiento engendra el tiempo, cómo el tiempo es dolor, cómo el tiempo es miedo? ¿Necesito explicarlo? ¿Sí? ¡Qué lástima! Porque ustedes saben lo que significa: significa una mente que ha vivido de palabras y explicaciones, una mente que se ha embotado y, por lo tanto, no puede ver rápidamente, instantáneamente, la verdad de algo, pero ustedes piensan que comprenderán esa verdad cuando les sea explicada. Las explicaciones y definiciones sólo embotan más la mente. Les daré una explicación breve, pero la explicación no es el hecho. No se queden con la explicación, escúpanla como algo que no tiene buen sabor.
El pensamiento es tiempo y el pensamiento es temor. Ustedes tienen que comprender esto, no de manera verbal sino factual, porque cuando dan con el inmenso problema de la muerte, para comprenderlo, para vivirlo y ver toda su belleza, es preciso comprender el pensamiento como tiempo y como temor. Ayer hubo una experiencia feliz y el pensamiento dice: “Espero tener otra vez esa experiencia mañana”. Miren lo que ha ocurrido: uno ha tenido una experiencia placentera ayer y desea repetirla mañana; el pensamiento retiene esa experiencia como un recuerdo y quiere repetirla al día siguiente. Es eso lo que ustedes hacen en relación con el sexo: quieren que la experiencia de ayer se repita mañana. El pensamiento ha creado el ayer y el mañana. Pero el mañana es incierto, el mañana puede ser algo completamente distinto. Todo lo que el pensamiento conoce realmente es el ayer. Por lo tanto, el pensamiento es del ayer, el pensamiento es viejo, jamás es nuevo.
El pensamiento, que es experiencia, conocimiento, el almacenado manojo de recuerdos cuya reacción es el pensar, crea el tiempo como el ayer. Yo fui muy feliz ayer contemplando ese maravilloso crepúsculo, el sol resplandeciente poniéndose en el mar espléndido y esa nube que pasaba junto a él, plena de color rosado y de una gran belleza… Estaba ahí y ahora es un recuerdo; y mañana iré allá y puede que el sol se ponga sin ese color, sin esa belleza. El pensamiento ha creado el tiempo como el ayer y el mañana. Eso es muy simple. ¿Es el pensamiento, pues, el que crea el miedo a la muerte? Mañana, en el futuro, habrá un final porque hemos visto muy a menudo la muerte en las calles, sabemos de la muerte; está ahí, caminando todos los días a nuestro lado. Y el pensamiento piensa en ella como en algo que ha de llegar alguna vez, en el futuro; está, pues, el intervalo, el tiempo entre el vivir y el morir. Ese intervalo, ese tiempo, es miedo. Ese tiempo, ese intervalo, es creado por el pensamiento.
Conocemos la vida y sabemos de la muerte. Conocemos la vida que llevamos, una vida de conflictos, luchas, desdicha, corazones dolientes, una vida sin amor ni belleza; y está esa cosa que llamamos muerte, el súbito final. El hombre ha inventado diversas teorías sobre lo que ocurre después de la muerte; todo el Asia cree en la reencarnación; ésa es meramente una esperanza, porque si tal creencia formara realmente parte de la vida de ustedes, entonces vivirían rectamente hoy, sus actos y pensamientos serían virtuosos, ustedes serían amables, generosos, afectuosos, porque, si no lo fueran, entonces en la próxima vida pagarían por ello ‑que es lo que la reencarnación enseña-. Pero ustedes no creen en ella, ésa es sólo una idea, una esperanza, una esperanza para el hombre que tiene miedo. Por lo tanto, tienen que reexaminar toda la cosa, reexaminar sus creencias. Las creencias, bajo ninguna circunstancia, tienen valor alguno en absoluto.
Un hombre que tiene una creencia es un hombre temeroso. La vida que uno lleva ‑­la vacuidad, la desdicha, el dolor, el conflicto interminable- es un campo de batalla; y eso es todo lo que conocemos. Ese campo de batalla y el miedo sin terminación, al que llamamos muerte, son todo lo que conocemos. Tenemos, pues, que investigar, explorar, pensar nuevamente sobre ello, mirarlo de nuevo para que de este modo pueda surgir una mente nueva.
¿Puede terminar el dolor? Lo cual implica: ¿Puede el miedo terminar? Cuando lloramos por la muerte de alguien, ¿lloramos por otro o por nosotros mismos? ¿Alguna vez han llorado por otro? Escuchen, por favor. ¿Han llorado por otro alguna vez? ¿Han llorado por esa pobre mujer o ese hombre en la calle vestido con un trapo, tan sucio; han llorado alguna vez por él? ¿Alguna vez ha llorado usted por su hijo muerto en el campo de batalla? Ha llorado, sí, pero ese llanto, ¿surge de la autocompasión o llora porque ha sido muerto un ser humano? Si llora por autocompasión, esas lágrimas nada significan, porque usted se interesa en sí mismo, y el “sí mismo” es un manojo de recuerdos, de experiencias, la tradición del pasado; llora porque ha sido privado de ese hijo en el que había depositado gran parte de su electo (no era realmente afecto). Llore por su hermano muerto, llore por él, no por sí mismo. Es muy fácil llorar por uno mismo porque él se ha ido. ¿Se ha preguntado alguna vez qué le sucedió a él, por qué murió? Conozco todas las respuestas que va a darme. Dirá que él ha muerto por enfermedad, por accidente, que es su karma, su destino, que no vivió apropiadamente; explicaciones, explicaciones, explicaciones… ¿Llora usted por las explicaciones, o llora por otro ser humano? ¿Alguna vez se ha interesado por otro?
Por favor, tienen que responder a estas preguntas por ustedes mismos, ¡porque se han vuelto tan mundanos, tan completamente insensibles! Y si lloraran por otro, entonces harían algo. Pero si lloran por sí mismos a causa de la autocompasión, se vuelven aun más insensibles. Aunque aparentemente lloren porque el corazón se les ha conmovido, no se ha conmovido excepto por la autocompasión. La autocompasión los torna duros, los encierra en sí mismos, los vuelve torpes, estúpidos; en eso se han convertido los seres humanos, porque han derramado lágrimas por sí mismos, por la suerte que les ha tocado, y su suerte es siempre pequeña comparada con otra cosa.
La terminación del dolor es el principio de la sabiduría. La sabiduría adviene naturalmente, fácilmente, cuando hay conocimiento propio, cuando uno sabe que llora meramente por sí mismo, que llora a causa de la autocompasión porque se siente aislado del resto, abandonado. ¡Siempre uno llorando! Si entendemos eso, si lo comprendemos, lo cual implica que entramos en contacto directo con ello, como si tocáramos un árbol o esa columna o una mano, entonces veremos que el dolor está centrado en nosotros mismos, que es egocéntrico; veremos que el dolor es creado por el pensamiento y es el resultado del tiempo. Perdí a mi hijo hace años, está muerto; ahora estoy solo, no hay nadie en quien pueda encontrar consuelo, compañía; eso trae lágrimas a mis ojos, lágrimas que son mi autocompasión, yo no estoy para nada interesado realmente en mi hijo. Si lo hubiera estado, habría procurado que viviera apropiadamente, que tuviera una buena alimentación, que hiciera los ejercicios correctos, que recibiera una educación apropiada, que fuera capaz de pararse sobre sus propios pies, que fuera un hombre libre. Pero eso no me importa. No lloro por otro, lloro por mi propio yo insignificante, pequeño y vulgar, que se ha vuelto tan extraordinariamente listo en su vulgaridad. Pueden ver cómo todo esto ocurre dentro de ustedes mismos, y pueden verlo si lo observan, pueden verlo plenamente, completamente, de un solo vistazo. Pueden captar toda la estructura con una sola mirada, sin tomarse tiempo para ello, sin analizarlo; pueden ver la naturaleza de esta cosa pequeña y vulgar llamada el “yo”, el “mí”; “mis” lágrimas, “mi” familia, “mi” nación, “mi” creencia, “mi” religión, “mi” país… toda esa fealdad está dentro de cada uno de ustedes. Pueden ver, por lo tanto, que son responsables de todas las guerras, de toda la brutalidad que se desarrolla en este país y en otros países. Cuando ven todo eso con el corazón, no con la mente, cuando realmente lo ven desde el fondo mismo del corazón, entonces tienen la llave que terminará con el dolor. Una llave así abre la puerta a una mente no contaminada en absoluto por la experiencia y que, por lo tanto, es inocente. No es una mente hecha inocente por el pensamiento, el pensamiento nada puede hacer, el pensamiento es viejo. La belleza de la inocencia consiste en que siempre es nueva y, por consiguiente, siempre es joven. Es sólo esa total inocencia la que puede ver la inmensidad, ese estado inconmensurable de la mente que el hombre ha estado buscando por siglos y siglos.
Del Boletín 29 (KF), 1976

LAS EXIGENCIAS DE LA SOCIEDAD

LAS EXIGENCIAS DE LA SOCIEDAD
Saanen, Suiza, julio de 1984
Interlocutor: ¿Cómo puede uno conciliar las exigencias de la sociedad con una vida de libertad total?
Krishnamurti: ¿Cuáles son las exigencias de la sociedad? Dígamelo, por favor. ¿Que vaya usted a la oficina de nueve a cinco, o a la fábrica, que acuda a un club nocturno para excitarse después de todo el fastidio del trabajo diario, que se tome dos o tres semanas de vacaciones en la soleada España o en Italia? ¿Cuáles son las exigencias de la sociedad? Que deba usted ganarse la subsistencia, que deba vivir en esa región particular del país durante toda su vida, ejerciendo como abogado, médico o dirigente sindical en la fábrica, etcétera. ¿De acuerdo? Por lo tanto, uno tiene que preguntarse: ¿Qué es esta sociedad que exige tanto y que ha creado este lamentable estado de cosas? ¿Quién es el responsable de esto? ¿La iglesia, el templo, la mezquita y todo el circo que tiene lugar dentro de ellos? ¿Quién es el responsable de todo esto? ¿Acaso la sociedad es diferente de nosotros? ¿O somos nosotros los que hemos creado la sociedad, cada uno de nosotros mediante nuestra ambición, nuestra codicia, nuestra envidia, nuestra violencia, nuestra corrupción, nuestro miedo, deseando nuestra propia seguridad en la comunidad, en la nación? ¿Entiende? Hemos creado esta sociedad y después culpamos a la sociedad por lo que nos exige. En consecuencia, usted pregunta: ¿Puedo vivir en libertad absoluta o, más bien, puedo conciliar a la sociedad conmigo mismo y con mi búsqueda de libertad? ¡Es una pregunta tan absurda! Lo siento, no quiero ser descortés con el interlocutor. Es absurda porque usted es la sociedad. ¿Vemos eso realmente, no como una idea, no como un concepto o como algo que tenemos que aceptar? Somos nosotros, cada uno de nosotros, los que sobre esta tierra hemos creado los últimos cuarenta mil años o más, la sociedad en que vivimos, con la estupidez de las religiones, la estupidez de las naciones armándose constantemente. ¡Por el amor de Dios!, hemos creado eso porque insistimos en ser norteamericanos, franceses, rusos, etcétera, porque insistimos en llamarnos católicos, protestantes, hindúes, budistas o musulmanes y esto nos da una sensación de seguridad. Pero son estas mismas divisiones las que obstaculizan la búsqueda de seguridad. ¡Es tan evidente!
No hay, pues, conciliación posible entre la sociedad con sus exigencias y sus propios requerimientos de libertad. Esos requerimientos provienen de nuestra propia violencia, de nuestro propio limitado y feo egocentrismo. Una de las cosas más complejas es descubrir por nosotros mismos dónde radica esa condición egocéntrica, dónde se oculta muy, muy sutilmente nuestro ego. Puede ocultarse políticamente “haciendo el bien por el país”. Puede ocultarse más bellamente en el mundo religioso: “Yo creo en Dios, yo sirvo a Dios”; o en la ayuda social (y no es que yo esté contra la ayuda social, no salten a esa conclusión, pero puede ocultarse ahí). Se requiere un cerebro muy atento, no analítico sino observador, para ver dónde se ocultan las sutilezas del ego, del egoísmo. Entonces, cuando no hay ego, la sociedad no existe y usted no tiene que adaptarse a ella. Es sólo el cerebro que no advierte esto, el cerebro inatento, el que dice: “¿Cómo he de responder a la sociedad cuando estoy trabajando por la libertad?” ¿Comprende?
Si se me permite señalarlo, nosotros necesitamos reeducarnos no mediante la escuela, o la universidad (que también condicionan el cerebro), no mediante el trabajo en la oficina o en la fábrica. Necesitamos reeducarnos a nosotros mismos estando sensiblemente atentos, viendo cómo nos hallamos presos en las palabras. ¿Podemos hacer esto?
Si no podemos hacerlo, vamos a tener guerras perpetuas, perpetuo llanto, siempre habrá conflicto, desdicha y todo lo que eso implica. Quien les habla no es pesimista ni optimista, éstos son los hechos. Cuando uno vive con los hechos como son, no con datos producidos por la computadora, cuando los observa vigilando su propia actividad, sus propias búsquedas egoístas, de ello florece entonces una libertad maravillosa con toda su gran fuerza y belleza.
Del Boletín 48 (KF), 1985

TEATRO DE EPIDAURO

TEATRO DE EPIDAURO…
El teatro de Epidauro es un teatro antiguo de Argólida, edificado en el siglo IV a. C., hacia el 350 a.C. para acoger las Asclepeia, concurso en honor del dios médico Asclepio. Es el modelo de numerosos teatros griegos y, seguramente, el más icónico de todos ellos.

A principios del siglo IV a. C., tenía lugar una fiesta panhelénica cada cuatro años en Epidauro, en el santuario de Asclepio, las Asclepeia, en la que se combinaban pruebas gimnásticas y musicales.

El teatro fue concebido por el arquitecto y escultor Policleto el Joven que lo situó a 500 m al sudeste del santuario de Asclepio, sobre un lugar que permitió adosar el koilon (conjunto de gradas) en el flanco de la colina. Los trabajos comenzaron hacia el año 330 a. C.

Se sabe que el teatro y el santuario fueron saqueados en 267 por los hérulos, y después en 395 por los godos de Alarico I. Sin embargo, los estragos quedaron limitados. De todos los teatros antiguos, el teatro de Epidauro es el mejor conservado y está poco restaurado. La pinada con la que estaba recubierto consiguió que no fuera destruido.

Hasta principios del siglo XIX, el teatro se consideraba desaparecido. Posteriormente el viajero inglés W. Gell, reveló el plano de las ruinas. Cerca de este mítico lugar, en la ciudad de Epidauro, se estableció en 1822 el primer gobierno revolucionario griego y se firmó la primera Constitución griega, proclamándose la independencia de Grecia.

El edificio podía albergar, tras la construcción de un terraplén y de gradas suplementarias, a 12 000 espectadores. Se compone de una orchestra (la escena) circular de tierra batida de casi 20 m de diámetro, rodeada por un graderío ultrasemicircular, dividido en dos niveles por un pasillo, el diazoma. El nivel inferior cuenta con 32 filas de gradas, divididas en 12 kerkidès por 11 escaleras. El nivel superior cuenta con 20 filas de gradas y 22 kerkidès. Las gradas existen aún en gran parte. El edificio de la escena es de piedra y está dotado de un piso, con dos salidas laterales provistas de puertas.

La acústica del teatro de Epidauro es excepcional: desde la parte más alta de las gradas se puede oír a los actores hablando en voz baja. Actualmente aún tienen lugar representaciones. Se cree que este teatro pudo alcanzar una capacidad límite de más de 14 000 espectadores en total, lo cual lo convierte en uno de los teatros antiguos más grandes y con mayor aforo.

El edificio se ha convertido en el símbolo del teatro griego antiguo. Algunas célebres representaciones modernas incluyen a la actriz Katina Paxinou y la soprano Maria Callas en la ópera Medea.

Se convirtió en un lugar de concentración judía en la década de 1960.
Foto: Pallisd

❤️❤️

Osho, The Last Testament, Volumen 2


“El amor no es una responsabilidad. El amor no es un deber. El amor es tu alegría. Así que por tu amor haz lo que puedas, pero no por tu cristianismo, ni por tu ideología, ni por un sentido de responsabilidad…

Los niños están ahí como las flores. ¿Qué responsabilidad tienes con las rosas? Sí, dar agua, algo de abono, pero eso no es responsabilidad. Esa es tu alegría, porque tus rosas serán más grandes y más fragantes. Lo que estás haciendo no es nada en comparación con lo que vas a conseguir. No estás haciendo nada de compasión en el rosal. De hecho, el rosal está siendo compasivo contigo.

¿Qué es lo que has hecho? … sólo poner un poco de agua, abono, cuidado. Y el rosal viene con todo su agradecimiento, con todas sus flores, y toda tu casa se vuelve fragante. De repente ya no estás en una casa ordinaria; estás en un palacio, estás en el paraíso.

Y lo mismo ocurre con los niños. También son flores. Aliméntalos, pero esa no es tu responsabilidad, es tu amor. Si no hay amor, por favor no hagas nada. De lo contrario vas a destruir al niño. El amor es la única seguridad. El niño es demasiado frágil…

El deber es simplemente repugnante. ¿Por qué no alegrarse de alimentar al niño? ¿Por qué no disfrutar haciéndolo un individuo? Pero estás tratando de hacer de él un cristiano. Lo estás arrastrando a la iglesia. Lo estás forzando a creer en un Dios. Le está creando miedo. Si no cree, irá al infierno. Están creando codicia en él. Si sigues la línea de la iglesia, serás recompensado mil veces en el cielo después de la muerte. Destruirás toda su vida, y te sentirás muy bien por haber cumplido con tu responsabilidad.

Esto no es responsabilidad, es simplemente irresponsabilidad. Una respuesta sólo debe salir de tu corazón amoroso. Si amas al niño, entonces te gustaría que el niño encontrara su propia verdad. No te gustaría que él viviera con una verdad prestada…”

Osho, The Last Testament, Volumen 2

«Cuadernos de Lanzarote», José Saramago

«Estar sentado frente al mar. Pensar que ya no quedan muchos años de vida. Comprender que la felicidad es apenas una cuestión personal, que el mundo, ese, no será feliz nunca. Recordar lo que se hizo y parecer tan poco. Decir: «Si tuviese más tiempo…», y encoger los hombros con ironía porque son palabras insensatas. Mirar la piedra volcánica que está en mitad del jardín, bruta, áspera y negra y pensar que es un buen sitio para no pensar en nada más. Debajo de ella, claro».
«Cuadernos de Lanzarote», José Saramago
📷Jacques Henry Lartigue

Intervención Divina

Intervención divina

Hemos sabido que una fuerza extraterrestre extremadamente avanzada está previniendo consistentemente a la Cábala de exterminar a gran cantidad de personas. Esto se retrotrae al nacimiento de la era nuclear.

Misiles e instalaciones nucleares completas han sido consistentemente desactivadas por OVNIS que aparecieron. Alguna de estas historias se fugó al público a través de expertos*, como veremos. Armas para “Guerras de las Estrellas**” fueron desactivadas en los 80 (década de 1980) casi tan pronto como ascendieron. Instalaciones enteras de misiles nucleares se hallaron con las ojivas*** completamente fundidas transformadas en un material no radiactivo. El sistema de guía de los misiles estaba tan deteriorado que no podían volar. Esto ocurrió en múltiples ocasiones. El astronauta del Apolo y héroe USA Dr. Edgar Mitchell confirmó mayormente esta historia en 2015, y los medios la reportaron ampliamente.

Este es un extracto de ‘The Mirror’:

“(El Dr. Mitchell) nos dijo que expertos militares avistaron extrañas naves aéreas volando sobre bases de misiles y sobre la famosa instalación de White Sands, donde la primera bomba nuclear mundial fue detonada en 1945… Mi propia experiencia hablando con la gente ha dejado claro que los ET (extraterrestres) han estado tratando de evitar que vayamos a la guerra ayudando a crear paz en la Tierra. También sugirió Mitchell que había escuchado historias similares de gentes que manejan bases de misiles durante los periodos más tensos del siglo veinte. He hablado con muchos oficiales de la Fuerza Aérea que trabajaban en los silos durante la Guerra Fría; ellos me dijeron que se ven frecuentemente OVNIS sobrevolando y a menudo desactivaban sus misiles. Otros oficiales de las bases de la costa del Pacífico me dijeron que sus misiles de prueba fueron frecuentemente derribados por naves alienígenas.”

Los Misterios de la Ascensión – David Wilcock, Revelando la batalla cósmica entre el bien y el mal

*gentes de algunos departamentos con actividades secretas
** Star Wars
***parte delantera de los proyectiles

WEB

Osho | Que Son Los Celos Y Porque Duelen Tanto?

Osho lo dice… y lo digo:
Que Son Los Celos Y Porque Duelen Tanto?
Los celos son comparación. Y nos han enseñado a comparar, nos han condicionado a comparar, siempre comparar. Alguien tiene una casa mejor, un cuerpo más bonito, más dinero, una personalidad más carismática. Comparad. Comparad a cualquiera que pase junto a vosotros, y el resultado que obtendréis será de grandes celos; es la consecuencia del condicionamiento para la comparación. Si dejáis de comparar, los celos se desvanecen. Entonces simplemente sabéis que sois vosotros, no sois otra persona, algo para lo que no hay necesidad. Es bueno que no os comparéis con los árboles, de lo contrarío empezaríais a sentiros muy celosos: ¿por que no sois verdes? ¿Por qué Dios ha sido tan duro y no os ha dado flores? Es mejor que no os comparéis con los pájaros, con los ríos, con las montañas: en ese caso sufriríais. Solo os comparáis con los seres humanos, porque habéis sido condicionados a compararos únicamente con los seres humanos; no os comparáis con los pavos reales ni con los loros. Pues en ese caso vuestros celos no dejarían de crecer, os abrumarían tanto que ni siquiera seríais capaces de vivir. La comparación es una actitud muy necia, porque cada persona es única e incomparable. Una vez hayáis entendido esto, los celos desaparecen. Cada uno es único e incomparable. Vosotros Simplemente sois vosotros, nadie ha sido jamás como vosotros, y nadie lo será nunca. Y tampoco necesitáis ser como otra persona. Dios solo crea originales; Él no cree en fotocopias. El sexo crea celos, pero es una cosa secundaria. De modo que no se trata de cómo librarse de los celos, no podéis libraros de ellos porque no podéis dejar el sexo. La cuestión es cómo transformar el sexo en amor, entonces los celos desaparecen. Si amáis a una persona, el mismo amor es suficiente garantía, suficiente seguridad. Si amáis a una persona, sabéis que no puede ir junto a otra. Y si lo hace, pues lo ha hecho; no se puede impedir. ¿Qué podéis hacer? Podéis matar a esa persona, pero una persona muerta será de poco uso. Cuando amáis a una persona, confiáis en que no puede irse con cualquiera. Si lo hace, no hay amor y no se puede remediar. El amor aporta esta comprensión. No hay celos. De modo que si se presentan los celos, sabed bien que no hay amor. Estáis en un juego, ocultáis el sexo detrás del amor. El amor es una palabra pintada, la realidad es el sexo. La sociedad ha explotado al individuo de tantas maneras que casi resulta imposible de creer. Ha creado artimañas tan inteligentes y astutos que es casi imposible incluso detectar que se trata de artimañas. Estas artimañas están para explotar al individuo, para destruir su integridad, para arrebatarle todo lo que tiene… sin siquiera despertar una sospecha en él, ni una duda sobre lo que le están haciendo. Los celos son una de esas artimañas tremendamente poderosas. Desde la misma infancia toda sociedad, toda cultura, toda religión nos enseña a todos a comparar. Los celos son uno de los más grandes artilugios. Analizadlos detenidamente: ¿qué significan? Vivir en comparación. Alguien está por encima de vosotros, alguien está por debajo. Siempre os encontráis en el escalón intermedio de la escalera. Quizá la escalera sea un círculo, ya que nadie le encuentra fin. Todo el mundo está atrapado en alguna parte en el medio. La escalera parece ser una rueda. Alguien está por encima de vosotros… eso duele. Eso os mantiene luchando, afanándoos, tratando de avanzar por todos los medios, porque si tenéis éxito, a nadie le importa si habéis triunfado de un modo bueno o malo. El éxito demuestra que tenéis razón; el fracaso demuestra que estabais equivocados. Lo único que importa es el éxito, así que cualquier medio servirá. El fin hace que los medios sean los correctos. De modo que no debéis preocuparos por los medios… nadie lo hace. Lo único que importa es subir en la escalera. Pero jamás alcanzáis su fin. Y quienquiera que esté encima de vosotros os crea celos, ya que esa persona habrá triunfado y vosotros habréis fracasado. Las conclusiones a priori os hacen creyentes, no científicos. Cuando os digo que meditéis en ello, quiero decir que miréis. Sed un científico en vuestro mundo interior. Dejad que la mente sea vuestro laboratorio, y observad… sin condena, recordadlo. No digáis: «Los celos están mal». ¿Quién lo sabe? No digáis: «La ira está mal». ¿Quién lo sabe? Sí, lo habéis oído, os lo han contado, pero eso es lo que dicen los demás, no es vuestra experiencia. Y tenéis que ser muy existenciales, experimentales: a menos que vuestro experimento lo demuestre, no debéis decir sí o no a nada. Debéis ser absolutamente imparciales. Y entonces observar los celos, o la ira o el sexo es un milagro. ¿Qué pasa cuando observáis sin emitir ningún juicio? Empezáis a ver la verdad. Los celos se vuelven transparentes: veis su estupidez, veis su necedad. No es que ya habéis decidido que es estúpido; si lo habéis lecho, no habéis entendido nada. Recordadlo: no digo que decidáis que son estúpidos, que son una necedad. Si lo decidís, no lo entendéis. Simplemente continuad sin ninguna decisión. ¿Qué son estos celos? ¿Qué es esta energía llamada celos? Y observadla como observáis una rosa… mirad en su interior. Cuando no hay conclusión, vuestros ojos están claros; la claridad sólo la consiguen aquellos que no tienen conclusiones. Observad, mirad en su interior y se volverán transparentes, y llegareis a saber que son estúpidos. Y conociendo su estupidez, se caen por si solos. No necesitáis libraros de ellos. Ni siquiera podéis ver a la otra persona siendo feliz con alguien por un minuto… pensáis que ¡podéis morir por la otra persona! Intentad ver lo que realmente hay en vosotros para la otra persona … y los celos desaparecerán. En la mayoría de los casos con los celos, vuestro amor también desaparecerá. Pero es bueno, porque ¿qué sentido hay en sentir un amor que está lleno de celos, que no es amor? Si los celos desaparecen y, el amor permanece, entonces tenéis algo sólido en la vida que vale la pena. Los celos son una de las áreas más frecuentes de la ignorancia psicológica sobre vosotros mismos, sobre los demás y más específicamente sobre las relaciones. La gente cree que sabe lo que es el amor, y no lo sabe. Y su malentendido crea celos. Por «amor» se refiere a una cierta clase de monopolio, de ganas de poseer sin comprender una simple verdad de la vida: que en cuanto poseéis a un ser humano, lo habéis matado. La vida no se puede poseer. No podéis tenerla en vuestro puño. Si queréis tenerla, debéis mantener las manos abiertas.

Rosemary Brown (1916-2001)

Rosemary Brown (1916-2001)
Desde que era muy niña Rosemary veía gentes que los demás no veían.Tenía siete años cuando en un un rincón de la habitación abuhardillada de sus padres se le apareció un anciano de cabellos largos y blancos que la contó que en su estancia en la Tierra había sido compositor y pianista; no dijo su nombre, pero le dijo a Rosemary que volvería más tarde, cuando fuera mayor, a enseñarle música.
Esto fue lo que sucedió durante años (el anciano había tenido por nombre Franz List). Pronto llevó a su amigo Chopín, quien dictó sus últimas composiciones; luego llevó a otros compositores de la época, como Monteverdi y Francis Poulenc.
Linszt le explicó que había organizado en el más allá toda una sociedad de compositores, que acepta manifestarse a nosotros, para tratar de convencernos de nuestra supervivencia. Pensaba que si los hombres estuvieran un poco más convencidos de que esta vida no es más que el comienzo de una vida eterna se portarían algo mejor.
En varias ocasiones se pidió la opinión de los mejores especialistas internacionales sobre las composiciones recibidas por Rosemary, sin explicarles el origen de las mismas. Su testimonio fue siempre categórico a favor de la autenticidad. Solo Chopín podía haber escrito aquello. Era incluso la parte más bella de su obra. Otra era completamente típica de Debussy, etc.
Franz Liszt conversaba conversaba frecuentemente con ella sobre la vida en el más allá. Le explicó que en su mundo existían muchas esferas o niveles de conciencia diferentes. El último nivel es un estado de conciencia celeste, le dijo, donde el alma no se interesa por la apariencia, sino por el ser.

Los Muertos nos Hablan – Francois Brune

Jeff Foster

Vuelvo a ser un niño.

“Un día, me desperté al milagro del momento presente. O mejor dicho, el momento presente me despertó. Es decir, ya no había un «yo» separado de la Presencia misma. Yo era eso. Siempre había sido eso. Nunca podría no ser eso. La búsqueda se deshizo … y la necesidad de morir fue reemplazada por la necesidad de vivir, y YO ERA esa necesidad.

Ah, sí. Este espacio abierto, esta conciencia prístina y oceánica, en la que cada pensamiento, sensación, sonido, olfato, sentimiento, urgencia, impulso, cada oleada de experiencia, cada pensamiento del pasado y futuro, puede bailar, cantar, tocar y venir a descansar. Esto es hogar.

Y a lo largo de los años, a lo largo de los años preciosos, volví a enamorarme de mi humanidad, de esta forma, con esta mente increíblemente original, extraña, imperfecta, perfecta, rota y humana. Me volví más y más dispuesta a pensar en mis pensamientos, incluso los más escandalosos, violentos e inconvenientes, los más impuros, los más impíos, no espirituales e inseguros, todos eran hermosos, todos estaban a salvo y todos eran santos. . Y me sentí cada vez más dispuesto a sentir todos mis sentimientos: los gentiles y los volcánicos, la dicha y la rabia y el dolor del abandono, el terror y el éxtasis de la vida, descubriéndose a sí mismos, creándose y deconstruyéndose. Hice espacio para todos los sentimientos en mi corazón oceánico. Eran todos mis hijos. Ninguno era ajeno a mí. Ninguno estaba «equivocado».

Ninguno fue signo de mi fracaso. Ninguno merecía morir.
No fui el testigo silencioso de la vida, o más bien, fui el testigo silencioso de la vida haciendo el amor a todo lo que fue presenciado, el océano de amor enamorado de sus olas. Yo era el observador completamente en Uno con todo lo observado. Yo no era mis pensamientos y sentimientos, y sin embargo no era nada, MÁS mis pensamientos y sentimientos. Nada de lo que dije podría ser verdad, de todos modos …

Con el paso de los años, el deseo de comprenderlo se desvaneció. Incluso las ganas de hablar de ello. Poseerlo o identificarse con él de cualquier manera. Todo se volvió tan extraordinariamente … ordinario. Ya no tenía ningún concepto de mí mismo como «despertado» o «iluminado», esas palabras se colapsaron en la brisa de la mañana, una taza de té con un ser querido, un murmullo en el vientre, todos los momentos de silencio, embarazada de potencial …

No tengo idea de qué es la «no-dualidad». Me canso de los profesores que hablan sobre consciencia pura y la búsqueda del «entendimiento final». Es mucho más vivo, mucho más jugoso, tántrico, creativo, impredecible, inasible y salvaje que todo eso.
Es incapaz de ser capturado en palabras, incluso estas. Es lo más no espiritual de todo …

Ya no sé nada. La no dualidad se ha derrumbado en la dualidad, la dualidad se ha derrumbado en la no dualidad. Ambas son preguntas que se han disuelto en risas, como la idea de mañana en la mente de un niño, como la lluvia de la mañana que fluye suavemente hacia la cuneta …

Yo era viejo y ahora soy joven. Así que vuelvo a ser un niño, enamorado de la simple sensación de estar vivo, de lo salvaje y de lo raro, del lío y del dolor y de la incomodidad y el juego de todo, con la imposibilidad de resolverlo todo, con limitación y Límites e infinitos también, con el corazón roto y el corazón triste y el corazón lleno de esperanza, con la mente humana y todo lo que crea, con el alma y todo lo que ella anhela, con la quietud y el silencio y el Caos que siempre nos regresa a nosotros mismos …
Jeff Foster

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